¿Qué le parecen las medidas de mejoramiento del sistema de pensiones anunciadas por la Presidenta?
Creo que no van en el sentido correcto. Lo que vale la pena comentar es la propuesta de los cinco puntos porcentuales de cotización adicional. Lo demás, por ejemplo, lo de aumentar el pilar solidario me parece una frescura, porque distrae recursos públicos para financiar una industria que la ciudadanía no respalda. Ahora, lo de los cinco puntos, es algo que no tiene sentido porque recién en 10 años se completaría el aporte completo, lo que significa que recién en 2026 se completaría el aporte total. Así, los que comienzan a trabajar ahora lo empezarían a ver en 2056. Si usted es de la mayoría del país, que gana menos de 400 mil pesos, este tipo de medida apenas le aumentaría la pensión en unos 20 mil pesos y siempre que se den cuatro supuestos que no se dan en la realidad: el supuesto 1, que no haya lagunas previsionales, esto es, que haya una densidad de cotizaciones de 100 por ciento. Eso es imposible. Supuesto 2, que haya un retorno a los aportes de 4% real al año. Pero si todos los economistas y las instituciones internacionales auguran que el panorama que viene es de un promedio de 1 por ciento en los próximos años. Supuesto 3, que las remuneraciones presenten un mejoramiento lineal por encima de la inflación. Eso no se ha dado. Y supuesto 4, tiene que ver con que el 80 por ciento del empleo lo provee la pequeña y mediana empresa, y la pyme no está en condiciones de financiar cinco puntos más de imposiciones. Así que con eso se cae el supuesto 1.
¿Cuál es la solución entonces?
Lo que hay que hacer es volver al sistema de reparto, por lo menos para el segmento de chilenos que tiene ahorros inferiores a 40 millones de pesos, y después, sobre esa base se hable luego de un componente solidario y con nuevas prestaciones que se definan.
Pero esa solución va para los sectores más vulnerables... ¿Qué pasa con la clase media?
La mayoría de los chilenos son vulnerables, la mayoría de los chilenos gana menos de 400 mil pesos. Este grupo es más de la mitad de los trabajadores en Chile. Los que ganan entre 400 y 800 mil pesos tienen ahorros que pueden llegar a los 60 millones de pesos y también tienen una baja densidad de aportes.
¿Cómo cree usted que se puede financiar eso?
Hay que pensar aquí en un debate que implica crear un sistema de reparto solidario que se financie con las cotizaciones de los propios trabajadores, pero sin pasar más allá del 10 por ciento. Ahora, eso implica cambios mayores, como una modificación a la Ley Laboral. Y la otra parte es responsabilidad del Estado. El Estado tiene que reorientar recursos actuales a la pensión solidaria. Eso ya se da y el resto es parte de una discusión que hay que hacer.
Hoy los fondos de pensiones financian a la gran empresa en Chile y a varias empresas en el extranjero. ¿Cree usted que ese sector va a estar dispuesto a que se cambie el sistema?
Nunca. Nunca van a querer que se les reste ese financiamiento. Y por eso esta reforma al sistema de pensiones es más importante y anterior a cualquier otra. En eso tenía razón José Piñera, al decir que esta es la madre de todas las batallas. Es efectivo, es la madre porque debe ser anterior a la Reforma Laboral y a cualquier otra.
¿Y cómo siente que van en esta batalla?
Vamos bien hasta el momento.
¿Ha pedido reunirse con el gobierno?
Nosotros no tenemos autorización para reunirnos con ministros. Ojalá nos reciba la Presidenta. Es lo que esperamos.
Hay que buscar una forma que logre tomar en cuenta lo que los ciudadanos sienten y quieren, sin restricciones dogmáticas. Lo que hoy parece un cuadro de crisis, es en realidad una oportunidad para construir una coalición nueva, amplia, ciudadana que tome en cuenta las mayorías que salen a la calle y las mayorías que se quedan en su casa o trabajando hasta tarde.
Las últimas declaraciones del ex ministro del Interior, Jorge Burgos, en torno al posible fin de la Nueva Mayoría, siguen el eco de las palabras de Ricardo Lagos, una semana antes, donde siembra la duda sobre la capacidad del gobierno de esa coalición de mantenerse en pie en el año y medio que resta de mandato.
No es baladí un cuestionamiento de este calibre. Y limitarlo a las ambiciones electorales de uno u otro no es sabio. Incluso en ese caso, están tomando el asta de una bandera que ya existe, de un descontento que dejó de estar en ciernes y que comienza a tomar vuelo.
Uno de los primeros exponentes de este desembarco fue José Joaquín Brunner con su libro “Nueva Mayoría: Fin de una ilusión”, donde expone que la tozudez ideológica (con un marcado dominio del Partido Comunista) de un grupo generacionalmente más joven, buscó la superación de la “antigua” Concertación y la constitución de una alianza más amplia y más de izquierda, con intenciones de reforma profunda, amparados y sostenidos por el amplio apoyo ciudadano que tenía la personalidad de la Presidenta Michelle Bachelet.
Las críticas se siguieron en la Democracia Cristiana, especialmente durante la discusión de la reforma educacional en su primera etapa (la Ley de Inclusión sobre todo) y luego con la Reforma Laboral.
Y es que una coalición de fuerzas tan ideológicamente disímiles, que va desde la Democracia Cristiana (que sigue las directrices del humanismo cristiano, no del socialismo comunitario, del Vaticano, no de la Teología de la Liberación), hasta el Partido Comunista (que alaba sistemas políticos como el de Cuba y Corea del Norte), no parecía muy sólido. El engrudo que los unía era el apoyo ciudadano a Bachelet, que se ha desplomado en los últimos dos años. Sin él, entonces, ¿qué queda?
Tras las críticas (o advertencias) de Burgos y Lagos, cabe preguntarse por el tipo de coalición que necesita Chile. Y sí, debe ser una coalición. No se puede esperar un panorama como el de España (donde se han hecho dos elecciones y todavía no se puede formar gobierno) en nuestro país. Y sí, también debe ser una coalición que sea capaz de aglutinar los sentimientos sociales reales, amplios y mayoritarios. No necesariamente lo que formen parte de los proyectos históricos de los partidos (en caso que quede alguno), sino más: los que formen parte del Chile de hoy, con hombres y mujeres que quieren un gobierno limpio, que los ayude a levantarse cuando caigan; que quieren una educación de calidad que ayude a sus hijos a surgir; que quieren un país donde tengan la posibilidad de prosperar si se esfuerzan.
Esa coalición, ¿pueden limitarla los partidos? ¿puede estar confinada a ellos? Pareciera que no. Hay que buscar una forma que logre tomar en cuenta lo que los ciudadanos sienten y quieren, sin restricciones dogmáticas. Lo que hoy parece un cuadro de crisis, es en realidad una oportunidad para construir una coalición nueva, amplia, ciudadana que tome en cuenta las mayorías que salen a la calle y las mayorías que se quedan en su casa o trabajando hasta tarde.
Esa es la coalición que necesita Chile. Y los partidos deben preguntarse si pueden ser capaces de construirla.