Por Roberto Teplizky.- En 1813 nace el Instituto Nacional, primer liceo emblemático en el país, aquellos establecimientos educacionales símbolos del Chile Republicano y de la educación pública. Hoy Wikipedia los define como “colegio o liceo público de excelencia académica, tradición y prestigio”.
Hacia fines de 1887, se crea en Angol, región de la Araucanía, el Liceo que hoy lleva el nombre del insigne profesor Enrique Ballacey Cotterau, primer Rector de esta entidad educacional, hoy parte de los 60 Liceos o Colegios Bicentenarios, definidos el año de su constitución, en 2010, por el Mineduc como “establecimientos de alta exigencia académica, enfocados en el mejoramiento de los resultados”.
¿Qué ha ocurrido con dos Liceos que ven la luz cuando las ideas libertarias recorrían los caminos del Chile del siglo XIX? Dos sendas diferentes parecen configurarse para tan nobles proyectos educativos, en el contexto de la excelencia académica y sus variables de medición.
En agosto del año pasado, el Mineduc en el marco de la undécima versión del Sistema Nacional de Evaluación de Desempeño (SNED) 2016-2017, seleccionó 2.854 establecimientos municipales, particulares subvencionados y de administración delegada para recibir la subvención de excelencia que considera este instrumento.
Los beneficiarios -explicaron en la Secretaría de Estado-, se evalúan en virtud de siete factores: efectividad, superación, iniciativa, mejoramiento de condiciones de trabajo y adecuado funcionamiento, igualdad de oportunidades e integración y participación de los integrantes de la comunidad educativa, a partir de los cuales se calcula el Índice SNED. Además, para seleccionar a aquellos que recibirán la subvención de excelencia, los establecimientos educacionales se comparan con otros de características similares.
El Instituto Nacional no obtuvo la señalada subvención, en tanto el Liceo Enrique Ballacey llegó al 100% del beneficio. No quiere decir esto que los emblemáticos estén perdiendo excelencia ni que sean los bicentenarios el modelo a seguir en la educación pública. Si bien es cierto que otros emblemáticos como el Liceo José Victorino Lastarria o el Internado Barros Arana corrieron la misma suerte que el Instituto Nacional, lo que sí es claro que los instrumentos con que se está midiendo la excelencia, así como otros procesos, el Simce (pondera el 65% para la excelencia) o la PSU, por señalar algunos, están en un marco de fuerte cuestionamiento.
No en vano, el Rector del Instituto Nacional, Fernando Soto, anunció que solicitará al Mineduc revisar la pérdida de la excelencia ya que, según indicó “se debió a que un número importante de alumnos de 2° medio decidió boicotear el Simce” y precisó que pedirán al Ministerio “no se consideren las pruebas de estudiantes que respondieron mal a propósito. Existen herramientas para detectar aquello”, aseguró Soto.
¿Malos instrumentos de medición de la educación? ¿Pruebas de selección, como la PSU, inadecuadas para medir los conocimientos de los estudiantes?
Sí, es parte del problema. Lo cierto es que la Reforma Educacional deja en evidencia que los Liceos Emblemáticos y Bicentenarios podrían representar, en sus formas de gestión y de formación, dos visiones de país distintas, distantes en lo político, lo social, lo económico y lo cultural. No se pueden imponer resultados por sobre valores, pero tampoco no tener instrumentos de medición de la gestión y la labor formativa. ¿Emblemáticos o Bicentenarios?... Lo mejor de ambos proyectos educativos, como modelo de alianza para mejorar la calidad en la educación pública, al fin y al cabo los estudiantes se merecen las mismas oportunidades de estudiar en Liceos y Colegios de excelencia académica, en marcos sólidos de tolerancia y respeto, y con una misión educativa de formar personas que trabajen por el bien común y que sean felices.