Por Michel Chamas.- Desde el sábado 7 de enero hay un candidato que marca el paso de la agenda electoral para este 2017. Al ser proclamado por el Partido Radical, Alejandro Guillier se convierte en el primer candidato oficial a la presidencia de Chile y como dice el refrán “el que golpea primero, golpea dos veces”.
Las elecciones presidenciales de este año serán históricas, marcarán un cambio cualitativo y cuantitativo en la realidad del electorado y sobre todo en la realidad de los partidos tradicionales, tanto de izquierda como de derecha. La política tradicional está descolocada ante este candidato independiente que, en alianza con el partido progresista más antiguo de Chile, casi una reliquia histórica de nuestro mejor pasado republicano, se encumbra desde la preferencia de los ciudadanos que no quieren saber nada con el sistema partidario que ha gobernado nuestro país en los últimos 26 años; ni la derecha, ni la izquierda, ni la centro derecha civilizada representada por la Democracia Cristiana, tienen muros de contención para retener la fuga de votos hacia este nuevo horizonte electoral.
Guillier pasó de ser ninguneado hasta hace tres meses, a ser visto hoy como una alternativa clara y seria para realizar los cambios estructurales que la gran mayoría de los chilenos quiere y que tanto la Nueva Mayoría como la Derecha se han negado a realizar de manera clara y verdadera.
Guillier, aparece casi de la nada, no estaba en el mapa político hasta que el PR lo convence de levantar su candidatura. Al igual que Bachelet en los primeros meses de su precampaña del 2005, todos los analistas políticos lo desestimaban como candidato y menos aún como alternativa real para llegar a la elección presidencial como un candidato con alianza que lo respalde. Hoy el escenario ha cambiado: todos los actores políticos y los partidos miran hacia este afuerino que ha entrado en el gran juego y, como a todo lo desconocido, se le teme y provoca recelos. Guillier no es del sistema, se coló en él y ahora la gente lo comienza a preferir y a mirar en él una alternativa posible y real de ser realmente escuchados y entendidos como ciudadanos.
Muchos chilenos comienzan a preferir a Guillier porque representa un cambio, tal como Felipe Gonzalez lo fue en su primera campaña presidencial de un ya lejano 1982 en España, cuando dijo: "El cambio significa una alternativa ética de gobierno". Y es esta palabra, ética, la que Guillier representa para la gente, apareciendo frente a la ciudadanía limpio ante la corrupción que salpica, ha salpicado y seguirá salpicando a un buen porcentaje del mundo político.
Ante esto, un gran número del 70% de los chilenos que no vota, puede que si vote por Guillier y eso lo convierte en la némesis de Lagos y Piñera. A Guillier le creen, a los otros no.
Después del 7 de enero, sabemos que va a ser un verano caliente en lo electoral, muchos tratarán de arrimarse a Guillier prometiendo apoyos a cambio de concesiones; promesas, a cambio de mantener cuotas de poder e influencia.
El canto de sirenas va a ser constante, ojalá Guillier sea hábil y no se deje seducir por los campeones del “cambiar algunas cosas para no cambiar nada”.
La de Guillier puede convertirse en una campaña muy parecida a la primera de Obama: no contará con el apoyo de la derecha económica que está alineada con Lagos y Piñera; tampoco contará con las empresas transnacionales que operan el país, por lo que deberá apostar por su capacidad de movilización de esa gran mayoría de ciudadanos que no ha ido a votar porque ya no cree en los políticos tradicionales, ni en sus partidos.
Guillier y los Radicales están solos en esta cruzada republicana, pero por primera vez en 43 años surge una alternativa nueva para enfrentar los problemas del país y, más importante aún, surge la primera alternativa después de la campaña del No, que es una manifestación concreta y muy sentida de la gran mayoría de todos los chilenos. El ciudadano común quiere un cambio, un cambio profundo, un cambio hacia los valores republicanos y hacia la ética en el hacer de los parlamentarios y gobernantes, un cambio en donde todos los chilenos seamos protegidos por la leyes en igualdad de condiciones y en donde podamos apostar a una vida digna con un futuro esperanzador.
El discurso de Guillier está en sintonía con el primer párrafo de la declaración de Independencia de EEUU donde dice:
“Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios, y que organice sus poderes en forma tal que a ellos les parezca más probable que genere su seguridad y felicidad.”
Guillier, día a día, se va convirtiendo en una esperanza creíble de cambio. Esa es su principal fuerza, su oferta más atractiva. Le queda mucho camino que recorrer y no pocos obstáculos que superar, pero el balance es muy positivo. Desde el 7 de enero Guillier se levanta como una alternativa real para una nueva presidencia, pero sobre todo una nueva forma de hacer política.