Muchos extranjeros se sorprenden de la capacidad de los chilenos para mantener la calma cuando hay fuertes temblores. Lo que para un europeo es un movimiento casi apocalíptico, para nosotros es apenas un sismo y no nos paramos del asiento.
Las imágenes televisivas del último terremoto en Quellón, que no registró víctimas fatales y tras el cual la gente fue a pasear a la plaza a seguir celebrando la Navidad, pueden, sin embargo, prestarse a engaños.
Estar a acostumbrado a las catástrofes no nos hace estar más preparados para ellas. Chile, en definitiva, no es un país Resiliente. No sabe afrontar crisis porque no ha desarrollado los mecanismos como sociedad para aprender de ellas y atreverse a nuevos escenarios de cambio.
Chile no se asusta con los terremotos, pero sigue permitiendo tipos de construcciones riesgosas en zonas de derrumbe; no saltamos de terror ante un temblor y si estamos en la costa vamos a las zonas altas sin que suene la alarma, pero no se cambia la norma sobre edificación en laderas o mantenimiento obligatorio de extintores. Nos enorgullecemos de estar calmados, pero seguimos repitiendo los mismos errores que fueron la causa de la tragedia en primer lugar. Nos consideramos un país solidario, y con eso nos sentimos satisfechos como país al entregar gift cards a los damnificados para que rearmen su guardarropa. Pero no nos molestamos en crear un sistema de apoyo para quienes sufren una tragedia, de manera de ayudarlos a levantarse de las pérdidas (lo vimos en Chaitén, en la quinta Región, en Concepción y Talcahuano...).
Valparaíso es el patrimonio de esa improvisación. Tras un mega incendio, hace años, se han sucedido siniestros, uno tras otro, con las mismas características y el riesgo de consumir laderas completas de viviendas. ¿Se han mejorado los protocolos de incendios? No. ¿Se generaron mejores sistemas hidráulicos para compartir el fuego en las calles? No. ¿Cortafuegos para que los incendios forestales no lleguen a las zonas habitadas? No. ¿Apoyos concretos para quienes sufrieron la pérdida de sus bienes? No.
Ser un país Resiliente requiere la generación de un sistema de aprendizaje como país que impida repetir los errores; la adecuación de normativas; la generación de sistemas de alerta y emergencia coordinados; el establecimiento y socialización de protocolos para reaccionar adecuadamente. Para empezar.
Eso, por hablar sólo de tragedias y catástrofes.
A nuestro país le falta mucho y nuestra costumbre ante los movimientos sísmicos no es más que una costumbre orgánica que está lejos de la Resiliencia.