Por Daniel Eskibel.- Imagina un reptil. Tal vez un cocodrilo. Su cuerpo alargado, su piel dura, su enorme boca muy abierta, sus dientes. Imagina su actitud, su conducta, su modo de vida.

Piensa en un reptil. Tal vez una serpiente, una víbora. Se desliza húmeda y escurridiza, buscando su alimento.

Un reptil.

En la jungla. En el río. En el pantano.

En la naturaleza salvaje.

En el cerebro del votante.

¿Cómo? ¿En el cerebro del votante?

No, que no. Imposible.

Un reptil en el cerebro del votante. Faltaba más. Que no.

¿O sí?

El cerebro humano no es simplemente humano. Es más que humano. Porque el cerebro del ser humano no es uno, único, solito. No. En realidad el ser humano tiene dentro suyo tres cerebros interconectados pero relativamente independientes:

Un cerebro propiamente humano, más avanzado evolutivamente.

Más un cerebro de mamífero.

Más un cerebro de reptil.

Son 3 máquinas biológicas las que integran lo que denominamos cerebro.

Tres. 3. Three.

3 estructuras operando con lógicas distintas.

Una de ellas con la lógica del reptil.

Primitivo. Salvaje. Bestial. Simple. Así es el cerebro de reptil dentro del cerebro humano.

Sus impulsos son elementales. Atacar y huir. Alimentarse. Reproducirse. Defender su territorio. Respetar las jerarquías. Respetar al más poderoso. Sobrevivir a como dé lugar. Del modo que sea, pero sobrevivir.

Está localizado en la zona del tronco cerebral y el cerebelo. Actúa rápida y mecánicamente. Con conductas automatizadas y rituales que perviven a lo largo de los siglos, casi inmunes a los cambios.

Impulsado por el cerebro de reptil, el ser humano busca unas pocas cosas:

Oxígeno, alimentos, sexo, seguridad, territorio propio, jerarquías definidas, rituales.

Lo básico, y a lograrlo del modo que sea. Un modo que generalmente es rápido, ciego, violento e inmediato. Ya dije que es primitivo, ¿no?

Llevamos dentro un antiquísimo reptil. Que sigue vivo y operativo, por otra parte. Que sigue produciendo hechos en nuestra vida.

Tal vez así se explican tantas cosas que ocurren…y que de otro modo parecerían inexplicables.

Y bien: ese reptil que llevamos dentro (todos, todos) nos acompaña en todo momento y lugar. Inclusive en el tan civilizado acto de votar.

Allí estamos, mirando la publicidad electoral en televisión. Escuchando a los candidatos. Tomando nuestra decisión de voto. Entrando al cuarto secreto. Introduciendo una hoja de votación en la urna. Allí estamos, tan humanos y civilizados.

Pero con nuestro cerebro de reptil activado en nuestro interior.

Repasa nuevamente lo dicho.

Supervivencia. Oxígeno. Alimentos. Sexo. Seguridad. Territorio propio. Jerarquías rígidas. Rituales. Resistencia al cambio. Impulsos primitivos. Violencia. Ataque y fuga.

¿Acaso no has visto este cuadro en política alguna vez?

Porque este reptil vota.

Sí. El reptil también vota.

No todo es reptil en el cerebro humano, claro.

Pero lo dicho: el reptil también vota.

Cuidado.

 

Daniel Eskibel es académico y creador del blog maquiavelo&freud.com, de donde extrajimos este artículo.