Por Diego Rivera y René Fernández.- El domingo 7 de mayo fue el sorteo de un importante juego de azar. Es importante porque se han acumulado 6500 millones de pesos. Es habitual que la prensa cubra el hecho, consultando a la ciudadanía lo que harían al recibir el premio. Los matinales históricamente también han hecho concursos en donde se sortea medio millón o un millón de pesos y al participante también se le pregunta por sus planes si es que fuesen ganadores. Una de las respuestas más comunes, desgraciadamente, es PAGAR DEUDAS. Es curioso que el chileno promedio en lo primero que piense al obtener un dinero inesperado es en pagar sus deudas. ¿QUÉ LE PASÓ A NUESTRO SUEÑOS? ¿Por qué el chileno no tiene sueños que quiera cumplir con el dinero inesperado que les cayó del cielo?
En la teoría económica existe un latiguillo sacado del inglés, el famoso “Keeping up with the Joneses”. Esta frase se popularizó debido a una tira cómica del mismo nombre y hace referencia a la comparación que se hace entre vecinos para marcar un status social, algo que por acá se representa en cierta forma por la frase "El jardín del vecino siempre parece más verde". La idea de esta frase de la teoría económica es que la familia Joneses no solo tiene un estatus social alto, sino que sigue progresando y por ende en su afán competitivo, los vecinos deben recurrir al endeudamiento para mantener un nivel de consumo acorde al vecindario. Lo que Joe Vasconcelos cantara como "llena el carrito y no compra na" es una señal de esta sociedad aspiracional y competitiva. La corriente económica estructuralista apunta a buscar un equilibrio económico prestando especial atención al recurso humano como a la estructura de la economía. Un economista estructuralista argumentaría que el fenómeno del “Keeping up with the Joneses” no es más que el reflejo de una economía con características de alta desigualdad, como lamentablemente sabemos que es la nuestra. Adicionalmente Thorstein Veblen lo llamaría consumo conspicuo, el tipo de consumo que está guiado por acceder o ser reconocido públicamente como miembro de cierta clase socioeconómica.
Chile es un país con altos niveles de endeudamiento. Según datos de la OECD, la relación carga financiera sobre los ingresos disponibles de los hogares es de un 38% en promedio. ¡¡¡¡38%!!!!
Si a lo anterior sumamos el paupérrimo nivel de sueldos que tiene el hogar chileno promedio, -ingresos similares a los de Angola señaló Andrés Zahler hace un tiempo- podemos llegar a la conclusión que los chilenos estamos siempre tratando de alcanzar a los Joneses, pero a costa del crédito.
Existe claridad de que toda decisión conlleva un potencial riesgo, de hecho, este mismo concepto se usa para otorgar créditos. El denominado riesgo de crédito se entiende como la posible pérdida que asume un agente económico como consecuencia del incumplimiento de las obligaciones contractuales que incumben a las contrapartes con las que se relaciona. En función de ello, se cobra más a quien posee mayor probabilidad de no pagar. Lo anterior, si bien es racional basado en el análisis de riesgo de crédito, atenta contra ciertos principios morales incluso, pues si se entrega créditos a gente de menores recursos económicos, ellos acceden a una tasa mayor. Lo mismo ocurre en el contexto del riesgo país, es decir, por ejemplo Grecia hace un tiempo tuvo una alta probabilidad de caer en default, -probabilidad de no responder a sus compromisos-, por tanto de haber accedido a financiamiento, se le debía exigir la tasa más alta producto del tratamiento que se da a los riesgos. Esta lógica permite dar justificación para cobrar una mayor tasa a los ciudadanos menesterosos o a los países que se encuentran en problemas, es un argumento técnico para justificarlo, quien podría alzarse contra el mismo? Ahora bien, se han comentado casos relacionados con una mayor tasa en relación a la geografía, es decir, políticas encubiertas o expresas que nieguen la apertura de cuentas corrientes a habitantes de alguna comuna en particular o la apertura de tarjetas de multitiendas a quienes habitan en determinados sectores. ¿Es ello justo o simplemente discriminación?, es decir, al menos cuestionable desde una perspectiva ética, cristiana, igualitaria o como se le desee llamar.
Lamentablemente tenemos una economía con escaso nivel de competencia real, con altos niveles de concentración en muchas industrias y con altos niveles de desigualdad y endeudamiento. Más aún, la competencia por aparentar o en ciertos casos la falta de políticas públicas apropiadas para cubrir por ejemplo el gasto en medicamentos, han elevado el nivel de endeudamiento de los ciudadanos a niveles alarmantes. Lo anterior ha matado nuestros sueños, ha matado la capacidad de soñar y de crear, tanto así que hoy, ante la posibilidad de ganarse el premio de azar, no nos imaginamos ni viajando, ni emprendiendo, ni estudiando, ni cumpliendo el sueño de la casa propia, si no que nos imaginamos tristemente dando unos pasos para alejarnos de DICOM.
Diego Rivera es profesor de la Escuela de Servicio Internacional de la American University en Washington DC, EEUU. Es candidato a Doctor en Economía de la misma universidad y se ha desempeñado como consultor del Banco Mundial.
René Fernández Montt es Magíster en Economía Financiera, Universidad de Santiago, Máster en Banca y Finanzas, Universidad Alcalá de Henares y en el pasado ocupo el cargo de Director Sociedad Chilena de Políticas Públicas.