Por Equipo Editorial.- La decisión del Partido Socialista de apoyar la candidatura de Alejandro Guillier marca un hito en el desarrollo de la política en Chile, y probablemente un punto de inflexión. Lo que muchos han vituperado y calificado como “traición” al ex Presidente Ricardo Lagos, debe ser desglosado y digerido con calma.
Lo que los socialistas hicieron, lo hicieron en el ejercicio de la democracia. Fue un voto secreto. ¿Habría sido distinta la decisión ante la posibilidad de hacerlo a viva voz? Si la respuesta fuera afirmativa, es que son distintas las lealtades cuando se hacen en el ejercicio libre de la propia conciencia en vez de con la coacción o la vigilancia de otros. ¿No es preferible el ejercicio de la libertad y el libre albedrío en una democracia?
Desde ese punto de vista, es un hito. Se trata de una decisión democrática, tras una votación libre y secreta, no un fruto de convenciones ni de delegados. Es el mismo principio por el cual se valoran las elecciones (generales y primarias), porque se eliminan las paredes al interior de las cuales se gestiona (o se cocina) la política.
Pero también es un punto de inflexión porque se rompen varios lazos que se daban en denominar “históricos”, como el que protagonizaban el PS y el PPD. Era un lazo originado, de hecho, en la presencia de Lagos mismo, siendo el ex Presidente un puente que conectaba ambos espíritus ligados teóricamente al socialismo: uno, histórico; y otro, aparentemente más socialdemócrata y pragmático. Las reacciones a la decisión del PS revelan que detrás de ese lazo había un mito, sustentado en la idea de que solo se podía ser socialista a través de la vertiente “histórica” o de la vertiente “pragmática”, olvidando que la corriente radical también es socialista, y que, de hecho, fue la primera en Chile en integrar la Internacional Socialista.
El punto de inflexión marcado por la decisión del PS dice relación con el fin de esas míticas parcelas presentes en la política, el fin de las lealtades entendidas sobre supuestos obligatorios derivados de una militancia o de un símbolo. La decisión del PS obliga a una nueva mirada, unitaria, libre de mitos y dogmas, que fortalezca un rol de los partidos orientado a apoyar a la ciudadanía para constituir proyectos históricos, sin amarres, basada en un profundo convencimiento desde su conciencia, no desde su militancia. Los partidos políticos no son cofradías, logias ni redes de apoyo mutuo. Ya no. Son comunidades de debate y construcción de proyectos.
Lo que ahora viene es la construcción de una Nueva Ciudadanía, libre, que participe en las urnas, en la calle, en las redes sociales, en los medios de comunicación, en sus comunidades y en conciencia. Esa Nueva Ciudadanía será mayoría.